Textos selectos sobre el sentido de la consagración y las distintas Consagraciones realizadas en Argentina
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La Argentina Consagrada
Consagrar
una familia, una comunidad, un país, es algo trascendente, de mucha
importancia, porque se trata de una entrega especial a Dios. Esto se ha hecho
en numerosas naciones católicas, siempre como ofrenda al Señor o a la Virgen
Santísima. En la Argentina tuvimos varias, la primera a Jesús en el Santísimo
Sacramento, realizada por el Presidente Agustín P. Justo en el memorable
Congreso Eucarístico Internacional de 1934. La segunda fue al Sacratísimo
Corazón de Jesús, en 1945, siguiendo el ejemplo del Papa León XIII que había
consagrado el mundo a Él. La tercera al Inmaculado Corazón de María, según el
pedido que nos llegara desde el Cielo en Fátima: “Dios quiere establecer en el
mundo la devoción a mi Corazón Inmaculado”. Esa Consagración fue reiterada en
1969 y en el Jubileo del 2000. Y por fin, Juan Pablo II consagró la Argentina a
la Virgen de Luján, en su visita de 1987.
Lamentablemente,
estos hechos no se recuerdan, muchos compatriotas ni siquiera los conocen,
porque no se habla de ellos. Algo sumamente grave y lamentable que tiene que
ver con la terrible crisis moral que estamos viviendo. Se desconocen los
textos, las crónicas y hasta las fechas. Por ese motivo los transcribimos aquí
a fin de que quienes quieran hablar o predicar sobre ellos, o transcribir algún
párrafo lo puedan hacer, algo que redundará en bien de muchos y de la Patria
toda.
En
cuanto a la primera, hecha al Señor Sacramentado, nos remitimos a la crónica
del Congreso Eucarístico del 34 para valorar la magnitud que tuvo. La misma se
encuentra en el libro “Dios de los Corazones -Evocación y Crónica retrospectiva
del XXXII Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires de 1934”
Agregamos,
en dos de ellas, las alocuciones que hiciera el Papa Pío XII en esas
solemnísimas ocasiones. Se trata de la Consagración realizada al Sacratísimo
Corazón de Jesús y la que se ofreció al Inmaculado Corazón de María.
Consagración de la
Argentina
al Señor Sacramentado
Realizada en Palermo, ante el Señor expuesto
en el altar de la Cruz Monumental
del Congreso Eucarístico, el 14 de octubre de
1934.
Fue
el Presidente Agustín P. Justo, quien, en el momento culminante del memorable
Congreso Eucarístico Internacional de 1934, ante el Legado Papal, Cardenales,
todos los obispos argentinos y visitantes, y una multitud de dos millones de
personas, en Palermo, convertido en esa ocasión en un gran templo hacia el que
se dirigieron las oraciones de toda la Iglesia, nos consagró al Señor
Sacramentado con palabras que trasuntaban humidad y fervor:
“…Escuchad,
Señor, la plegaria que os eleva uno de vuestros hijos más humildes, colocado
por sus conciudadanos a su frente para regir sus destinos en un instante del
eterno rodar de los mundos creados por vuestra divina voluntad. Se os acerca a
la cabeza de aquellos, sus hermanos, que
habitan esta magnífica heredad que disteis a los argentinos; él, que ya os
invocó en el juramento que prestó de servir leal y fielmente a su pueblo, viene
ahora, en compañía de éste, a rendiros público, sincero, solemne testimonio de
su gratitud, de su fe y de su amor.
…Jesús,
Redentor nuestro, Señor Todopoderoso: Haced que sobre el pueblo argentino
descienda la paz, que ella reine en el espíritu de todos sus hijos, en sus
hogares, en la Nación entera, en la América, que reservasteis para la fe; en la
humanidad toda, que tanto la necesita, que tanto sufre y llora por haber
abandonado vuestra divina senda.
…
Señor
Sacramentado: los católicos nos consagramos a Vos.
Señor:
bendecid a todos; bendecid a nuestra patria; protegedla Señor!”
Consagración de la Argentina
al Sacratísimo Corazón de Jesús
Realizada en Buenos Aires, ante el
altar levantado
en las escalinatas del Congreso
Nacional,
el 28 de octubre de 1945,
El acto fue acompañado desde todo el
país.
Acompañado
desde todos los templos del territorio nacional, el Episcopado Argentino
consagró nuestra Patria al Sagrado Corazón de Jesús en ocasión del Centenario
del Apostolado de la Oración. La ceremonia se realizó ante el altar levantado
en el edificio del Congreso Nacional,
celebrando la Misa el Arzobispo de Córdoba, Monseñor Fermín Lafitte. La oración
de Consagración, que fue leída por el Cardenal Santiago Luis Copello en nombre
del Episcopado Nacional. expresaba amor, gratitud y contrición al Señor:
“Corazón Sacratísimo de Jesús, Verbo eterno, hecho
hombre, que con el Padre y el Espíritu Santo nos has creado y que en las
alturas del Calvario con tu pasión y muerte nos has redimido, siendo así
doblemente Señor Nuestro, los Pastores de esta tu Nación privilegiada,
juntamente con todo su pueblo, están postrados ante la Hostia sacrosanta en la
que palpita real y verdaderamente tu divino Corazón.
Desde las ciudades populosas y desde los pequeños
poblados de nuestra Patria, desde sus amplias llanuras y desde sus altas
montañas, desde los hogares modestos y desde las suntuosas moradas, nos hemos
congregado a millares junto a vos, con fe,
con gratitud y con amor.
La Fe católica que nos ha traído hasta aquí y que
nos infundiste en el Bautismo, es la fe de nuestros próceres, de nuestras
madres, de nuestros estadistas, que en el preámbulo de la Constitución te
proclamaron fuente de toda razón y justicia.
Nuestra gratitud profunda tiene origen en la
inmensa caridad con que nos amaste desde toda la eternidad en el seno de la
Trinidad Beatísima, y que se manifiesta en Belén al nacer, en la cruz al morir,
en el Sagrario al quedarte en medio de nosotros, en los beneficios sin cuento
que has derramado sobre nuestra Nación, que confesamos no merecer, y que, por
lo mismo, comprometen en mayor grado nuestro agradecimiento.
¿Cómo podríamos afirmar que agradecemos tus
innumerables dones, si la llama del amor hacia vos no abrasa a nuestro pobre
corazón?
Con estos sentimientos, humildemente contritos de nuestras faltas, como manifestación externa de nuestro acendrado amor, accediendo a tus más vivos anhelos, hoy estamos ante Tu presencia para suplicarte que te dignes aceptar nuestra consagración irrevocable y la de nuestra Patria a tu Divino Corazón.
Corazón Sacratísimo de Jesús: los Obispos y el Clero nos consagramos a vos. Haz que los Pastores al apacentar tu grey seamos sucesores dignos de los Apóstoles y que los Sacerdotes con la palabra y el ejemplo, manifiesten que son otros Cristos.
Corazón Sacratísimo de Jesús: te consagramos nuestras Diócesis y nuestras Parroquias para que sean pregoneras celosas de tu Evangelio, y canales copiosos de tu gracia transmitida por los Sacramentos.
Corazón Sacratísimo de Jesús: te consagramos los Institutos religiosos: para que florezca siempre en ellos tu espíritu, y las asociaciones de piedad, de apostolado, de cultura y caridad, para que sean infatigables con la plegaria y la acción en dilatar tu reinado en medio de los hombres.
Con estos sentimientos, humildemente contritos de nuestras faltas, como manifestación externa de nuestro acendrado amor, accediendo a tus más vivos anhelos, hoy estamos ante Tu presencia para suplicarte que te dignes aceptar nuestra consagración irrevocable y la de nuestra Patria a tu Divino Corazón.
Corazón Sacratísimo de Jesús: los Obispos y el Clero nos consagramos a vos. Haz que los Pastores al apacentar tu grey seamos sucesores dignos de los Apóstoles y que los Sacerdotes con la palabra y el ejemplo, manifiesten que son otros Cristos.
Corazón Sacratísimo de Jesús: te consagramos nuestras Diócesis y nuestras Parroquias para que sean pregoneras celosas de tu Evangelio, y canales copiosos de tu gracia transmitida por los Sacramentos.
Corazón Sacratísimo de Jesús: te consagramos los Institutos religiosos: para que florezca siempre en ellos tu espíritu, y las asociaciones de piedad, de apostolado, de cultura y caridad, para que sean infatigables con la plegaria y la acción en dilatar tu reinado en medio de los hombres.
Corazón sacratísimo de Jesús: te consagramos los
hogares para que en ellos reine siempre la dulce paz de tu hogar de Nazaret, te
consagramos los padres y las madres para que los ayudes a practicar los
ejemplos de tu Madre María Santísima y de tu padre adoptivo San José; te
consagramos los niños para que sean cual Tú eras en esa edad feliz; te
consagramos los jóvenes para que dediquen la lozanía de la vida a la
adquisición de sólidas virtudes, al estudio y al trabajo que los capacitará
para ser ciudadanos probos y eficientes; te consagramos los ancianos para que
los reconfortes hasta los instantes postreros de su vida.
Corazón Sacratísimo de Jesús: los que tenemos la
dicha de habitar este suelo que miras con bondadosa predilección, al
consagrarnos a vos para siempre recogiendo el clamor que brota incontenible del
pecho de sus habitantes, te consagramos nuestra Patria, heredad bendita que
recibimos de nuestros mayores para que sea como ellos la idearon: hija de tu
Evangelio, hogar venturoso de paz y de concordia, morada feliz de hombres
cultos, buenos y laboriosos al influjo de tus más selectas bendiciones, que
imploramos.
Antes de terminar permítenos que, recordándote tu promesa, te supliquemos inscribas nuestros nombres en tu Sagrado Corazón y que durante nuestra vida no permitas que jamás nos separemos de vos, para que por toda la eternidad podamos participar de tu gloria, Señor Jesús, que con el Padre y el Espíritu Santo vives y reinas por los siglos de los siglos. Así sea”.
Antes de terminar permítenos que, recordándote tu promesa, te supliquemos inscribas nuestros nombres en tu Sagrado Corazón y que durante nuestra vida no permitas que jamás nos separemos de vos, para que por toda la eternidad podamos participar de tu gloria, Señor Jesús, que con el Padre y el Espíritu Santo vives y reinas por los siglos de los siglos. Así sea”.
Palabras del Papa Pío XII
Cumplida
la Consagración, se escuchó el radiomensaje del Papa Pío XII:
“Amadísimos hijos de la República Argentina,
que reunidos en la espléndida Buenos A Aires conmemoráis el centenario del
Apostolado de la Oración y la Consagración de vuestra Patria al Sagrado Corazón
de Jesús:
Muchas veces , por amable disposición de la
divina Providencia, os hemos dirigido nuestra palabra, unas de cerca, en
ocasión inolvidable, y otras de lejos, por medio de las ondas peregrinas.
Comprenderéis , pues, que nuestra alegría suba de punto al hacerlo ahora,
cuando a las imponentes manifestaciones de vuestra fe y de vuestro amor al
Santísimo Sacramento del altar añadís dignamente el acto magnífico de hoy: Día
grande y santo:
Dies haec sanctificatus, est Domino Deo
nostro.
Más de una vez hemos tenido ocasión de
recordar el centenario de esta dilecta y aguerrida milicia de la gloria de Dios
que es el Apostolado de la Oración. Pero jamás como en el caso vuestro
hemos visto cristalizado ante nuestros
ojos el recuerdo de fruto más generoso y más grande.
La República Argentina, la gran nación
americana, el país de los grandes triunfos eucarísticos, está ya, para siempre,
consagrada al Corazón del Hijo de Dios. Y notad, además, qué providencial
coincidencia, precisamente en la Solemnidad de Cristo Rey, recordando el
Congreso de 1934, cuando, al clausurar aquellas incomparables manifestaciones
de piedad eucarística, que Dios quiso hacernos gustar con vosotros, nuestras
últimas palabras fueron precisamente para cantar la Realeza de Cristo:
“Aceptará, terminábamos diciendo, nuestras súplicas, nuestros clamores y
reinará en todas las almas y su reino no tendrá fin. Y hoy lo que estáis
haciendo no es más que realizar definitivamente vuestra determinación de hacer
reinar a Jesucristo, a su Ley y a su amor en medio de vuestro pueblo. Porque
una nación consagrada al Corazón Divino no es, ni más ni menos, que un pueblo
ansioso de que el amor de Jesucristo reine en él y resuelto a llevar a la
práctica este deseo.
El foso que va dividiendo el mundo en dos
partes, cada día se hace más ancho y profundo. El ardor en unos de amor, y en otros del odio, al crecer
continuamente se separa cada vez con más vigor de la tibieza de las zonas intermedias. Del lado de
allá, os que niegan a Dios, los que propugnan la lucha entre los hombre, los
que nunca se sacian de grandeza y de dominio, os que quieren enciende en todas
partes el fuego del odio y de la destrucción. Del de acá, los que acatan la
santa ley divina, los que anhelan vivir de caridad, los que hacen sitio en su
corazón para todos los pueblos de la tierra , los que ansían llevar a todas
partes el Evangelio del amor. Allí, los que siempre han de buscar más, porque
no
porque no esperan más bienes que los de la tierra; Aquí los que pronto
se contentan, porque buscan las cosas de acá abajo solamente como escalera para
el cielo.
Vosotros, nuestros hijos de la República
Argentina, habéis escrito toda vuestra historia, bajo el signo de Jesucristo.
Pero hoy , en esta hora solemne, siguiendo principalmente el ejemplo de tantas
naciones, vuestras hermanas de lengua y de sangre y de la misma gran madre de
la hispanidad habéis decidido saltar a la vanguardia, al puesto de los que no se contentan con
menos que con ofrecerlo todo,
“Cuida tú de mi honra y de mis cosas, dijo un
día nuestro Señor a uno de sus confidentes,
expresando el ideal de la Consagración, que mi Corazón cuidarás de ti y
de las tuyas”.
Hasta ayer, pues, podía decirse que erais
todavía vuestros y que hoy sois de una manera especial de Jesucristo.
Hasta ayer, disponías de vuestra actividad,
de vuestra libertad, de vuestras
potencias, y de vuestros bienes exteriores, de vuestro cuerpo y de vuestra
alma. Desde hoy, todo eso lo habéis ofrecido al Divino Corazón , que quiere establecer su reino de
amor en todos los corazones y destruir y arruinar el de satanás. Pero, en
cambio, desde ahora, cosa en realidad maravillosa, vuestras empresas, lo mismo
que vuestros intereses, vuestras intenciones, lo mismo que vuestros propósitos,
los tomas Él como suyos, y vosotros, saboreando por anticipado dones que son el
Cielo si os abandonáis totalmente a Él y a su suavísimo imperio, podréis gozar
del paraíso de paz, que para todo lo demás deja indiferente, porque todo en su
comparación parece cosa despreciable.
El paso,
¡oh católicos argentinos! El gran paso está dado. Ahí estáis presentes
los afortunados testigos y actores el
histórico acontecimiento. Ahí está a vuestra cabeza, vuestro venerable episcopado, para hacer comprender que la
Consagración es un acto oficial de la Iglesia. Ahí acaba de resonar una parte
la voz autorizada de vuestro dignísimo
Cardenal Primado, intérprete otra vez del más profundo sentimiento del
alma nacional argentina. No hace más de
quince días que ofrecisteis entre el altar del Corazón
Divino vuestros niños, capullos que mañana
serán flores. El domingo pasado consagrasteis ante el mismo trono a vuestras
familias, sólido cimiento de todo edificio social, y hoy toda la nación, puesta
de rodillas, en esta hora tenebrosa de la historia del mundo, cuando queríamos
alegrarnos por la tormenta que acabamos de pasar, pero no podemos acabar de
hacerlo hasta ve despuntar generosa, franca, y sincera, la bonanza,
hoy consagráis al Corazón
Sacratísimo de Jesús vuestra Patria, tan rica de realidades como de promesas,
para honra de quien es digno de todo honor, para impetrar el don precioso y
difícil de la paz, y para conseguir la unión fraternal de todos los pueblos.
El gran paso está dado. Queda solamente ser
fieles al pacto establecido: Que si vosotros, en la integridad de la vida
cristiana, en el ejercicio de la mutua caridad, y en la sumisión y amor a la Iglesia, vivís
sincérame vuestra consagración, Aquél que por nadie se deja vencer en
generosidad, sabrá haceros dignos y grandes ante Dios y ante los hombres.
El alma de una nación consagrada al Corazón
de Jesús debe ser como un holocausto perfecto, colocado sobre un ara. Sean hoy
nuestras manos ungidas de Sumo sacerdote las que presenten esta víctima y se
extiendan luego en oración fervorosa.
Recibe, oh dulcísimo Corazón, esta hostia que
hoy te ofrecemos y que el aroma de su sacrificio haga volver propicio tus ojos
sobre todos y cada uno de los hijos de este pueblo. Haz que
las llamas que brotan de tu herida penetren en todos sus corazones, las
enciendan y les abracen de tal manera que desde hoy ya para siempre, solamente
en Ti encuentren sus delicias, en tu servicio consuman toda su vida, y un día,
entre los esplendores de tu gloria, reciban el premio que reservas a tus
escogidos.
Como prenda de tales gracias os damos hoy,
con más afecto que nunca, nuestra Apostólica Bendición a todos vosotros,
hermanos nuestros en el episcopado, que tenéis a vuestro cargo tantas almas y
tantos intereses divinos; a vuestro Apostolado de la Oración, que con tal admirable
celo ha sabido organizar tan brillantes
ceremonias, y a todo el amadísimo clero y pueblo argentino, predilecto siempre
de nuestro corazón de Pastor.
Consagración de la Argentina
al Inmaculado Corazón de María
Realizada en Luján, en la culminación del
Primer Congreso Mariano Nacional
el 12 de octubre de 1947.
Dos
años después, 12 de octubre de 1947, según el mandato divino hecho en Fátima y alentados
por los ejemplos del Papa Pío XII, tuvo lugar la Consagración de la Argentina
al Inmaculado Corazón de María. Fue en Luján, en la clausura del Primer Congreso
Mariano Nacional, y, como la anterior, fue leída por el Cardenal Santiago Luis
Copello, Arzobispo de Buenos Aires, en nombre del todo el Episcopado,
invistiendo también el carácter de Legado Papal a dicho Congreso. El texto de
la Consagración expresa:
“
Santísima Virgen María: Poco antes de expirar en el madero de la Cruz, para
nuestra redención, vuestro Hijo Divino Jesucristo os pidió que fuerais la Madre
de todos los mortales a través de las edades.
Postrados
ante tus plantas maternales estamos vuestros hijos de la República Argentina,
para manifestaros, más que con los labios, con el corazón, los sentimientos de
nuestras alma.
Hija
predilecta del Padre, esposa amantísima del Espíritu Santo , sois la Madre
verdadera del Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, Dios y hombre verdadero, lo que
constituye el origen de todas las gracias y dones con que os enriqueció el
Altísimo.
No
sabiendo cómo expresar nuestra íntima satisfacción por privilegio tan grande, os pedimos que nos
permitáis manifestarla con vuestras mismas palabras: “Magnificat ánima mea
Dominum”, “mi alma glorifica al Señor”
La
maternidad que os encomendó en el Calvario vuestro Hijo Jesucristo, la habéis
desempeñado como sólo la Madre de Dios podía desempeñarla.
Mediadora ante el Mediador Supremo os somos
deudores de la fe católica, de la gracia y del cúmulo de mercedes que nos
habéis otorgado durante el curso de nuestra vida, que serán coronadas, os lo
suplicamos confiadamente, con la perseverancia final, que nos abra las puertas
de la eternidad feliz.
Madre venerada, dignaos aceptar nuestro
agradecimiento humilde por este raudal de beneficios que nos habéis obtenido.
Madre de Dios y Madre nuestra amantísima, permitidnos, que aunque indignos,
ante la Imagen de Nuestra Señora de Luján, nos consagremos a Vos, a vuestro Inmaculado
Corazón.
Los
Cardenales, Arzobispos y Obispos, el Clero de la Nación Argentina nos
consagramos a Vos para que podamos realizar siempre los designios amorosos de
Jesucristo al elegirnos como ministros suyos.
Os
consagramos la Acción Católica y demás asociaciones religiosas que anhelan
recibir de vuestro maternal Corazón las gracias necesarias para santificarse y
santificar a los demás.
Os
consagramos los hogares y los fieles para que derraméis sobre ellos los dones
sobrenaturales a fin de que cumplan fielmente los Mandamientos de la Ley de
Dios y los preceptos de la Iglesia; y las bendiciones que necesitan para su
felicidad temporal, el reinado de la concordia y la paz prometidas a los
hombres de buena voluntad.
Os
consagramos nuestras Parroquias, los institutos religiosos y toda la Argentina.
Con súplica ferviente os decimos: “Monstra Te ese Matrem”. Muestra que eres
Madre nuestra, y os rogamos nos deis asilo en Vuestro Purísimo Corazón, para
que podamos ser siempre vuestros hijos.
Corazón
acongojado de María, os consagramos a todos los que sufren, los que padecen
dolores morales, los enfermos y los pobres; por los dolores y angustias de
vuestro maternal Corazón, consoladlos y ayudadlos.
Dignaos
aceptar también las plegarias que os dirigimos por nuestros hermanos que
carecen de fe, los que se han apartado del redil de la Iglesia, que han
abandonado las prácticas de la Religión Católica, que yacen en las tinieblas
del error y de la culpa: Haced, Virgen Santísima, que tengan la dicha de
reconciliarse con Dios y de volver pronto a la casa paterna donde el Vicario de
Cristo los aguarda para que no haya en el mundo más que una sola grey y un solo
Pastor.
Purísimo
Corazón de María, permitidnos que terminemos ésta, nuestra consagración
irrevocable, pidiéndoos tengáis de la bondad de presentar a Vuestro Divino Hijo
el ruego que le hicimos al consagrarnos
a Él: “Recordando vuestra promesa, os suplicamos que inscribáis nuestros
nombres en Vuestro Sagrado Corazón, que durante nuestra vida no permitáis que
jamás nos separemos de Vos, para que por toda la eternidad podamos participar
de vuestra gloria, Señor Jesús, que con el Padre y el Espíritu Santo vivís y
reináis por los siglos de los siglos. Amén.”
Mensaje del Papa Pío XII
Posteriormente,
como cuando se realizó la Consagración al Sacratísimo Corazón de Jesús, el Sumo
Pontífice Pío XII clausuró las ceremonias con un mensaje radiofónico, e
impartió la Bendición Apostólica.
“Venerables hermanos y amados hijos, congresistas marianos en
Luján:
Era el día 15 de octubre del año 1934. Vibraban todavía en el aire
los gritos de júbilo y los cantos entusiastas de las imponentes solemnidades de
la víspera. Latían fuerte aún los corazones, acelerados por el fervor; se
aglutinaban en nuestra retinas las recentísimas imágenes de aquel XXXII
Congreso Eucarístico Internacional, que el día antes habíamos clausurado;
cuando, dejando atrás la encantadora metrópoli, escenario de tantas maravillas,
nos adentrábamos, muy de mañanita hacia el interior del país, extasiando la
mirada con las vistas de esa pampa vuestra que, por lo majestuosa, lo solemne y
dilatada, puede evocar la grandeza imponente del mar.
¿A dónde íbamos? A cumplir con un amable deber. La magna asamblea
había sido un triunfo sin precedentes, y ese éxito, que, como en todos los
casos de tan compleja organización,
podía depender de un detalle cualquiera de los que escapan al hombre, se lo
debía, después de a Dios, a la Patrona oficial del Congreso, a la Pura y Limpia
Concepción del Río Luján. Ante su imagen se había orado sin interrupción para
que la patria, cuya bandera tiene los colores de su manto, fuera digna de su
tradición. Y ella misma, dos fechas antes, había tenido la condescendencia de
presidir el Día de la Patria,
que nos presenciamos, admirando de qué modo los dos grandes amores
de toda alma noble, Dios y Patria, pueden fundirse armoniosamente, en el único
culto verdadero. Íbamos a pagar a María Santísima su visita y a darle las
gracias.
Y mientras ante nuestros ojos se desarrollaba silenciosa la calma
del paisaje, recordábamos, primero, todo lo que de vuestra Patrona nos refiere
la piadosa tradición, y luego la historia de aquel santuario, cuyas dos torres,
como dos gritos de triunfo que suben al cielo, nos saludaban ya desde el
horizonte. Fue Ella la que quiso quedarse allí, pero el alma nacional argentina
había querido comprender que allí tenía su centro natural.
Y al entrar en aquellas espaciosas naves, al ver las banderas que
Belgrano ganó en Salta o la espada que San Martín blandió en el Perú, al leer
los mármoles que recuerdan la solemne coronación de 1887, o el reconocimiento
de su patrocinio sobre las tierras del Plata, de 1930, al subir a aquel
camarín, tan rico como devoto,, entonces, sólo entonces, nos pareció que
habíamos llegado a lo más profundo del alma grande del pueblo argentino. Porque
el pueblo argentino, como todos los pueblos cristianos, sabe -y vuestro
Congreso actual o ha repetido- que el culto a la Madre de Dios, por Ella misma
profetizado, cuando anunció Beatam me dicent omnes generationes (Lc 1,40), es
un elemento fundamental den la vida cristiana.
Efectivamente, ¿Quién de los que por este mundo pasamos cargados
del peso de tantas debilidades y expuestos a tantos peligros no tendrá
necesidad de ayuda? Pues oíd al doctor Eximio, que os dice: tenemos al Virgen, abogada universal para todo,
porque es más poderosa en cualquier necesidad que los demás santos en las
particulares (Suárez)
Honrémosla, pues, reconociendo el brillo sin par de su hermosura,
los primores de su bondad y lo irresistible de su poder. Por la excelsitud de
sus virtudes y por su dignidad incomparable de sumisión, reverenciémosla
proclamando su grandeza, manifestándole nuestro respeto y pidiéndole su
intercesión. Finalmente, imitémosla sin cesar en tan noble empeño, porque, para
citar a un gran pontífice mariano, el inmortal León XIII, Dios, bueno y
providente, nos presentó en María el modelo más acabado de toda virtud, y
nosotros, atraídos por la misma afinidad de la común naturaleza, nos esforzamos
más confiadamente en imitarla (Magna Dei
Matris, 8 de septiembre de 1892)
El pobre mundo, como si quisiera retroceder veinte siglos hasta
las aberraciones de la decadente sociedad
pagana, pone sobre sus altares los ídolos vanos de la lujuria, de la
soberbia, de la codicia, y, como consecuencia natural, del odio contra todo lo
que pueda disputarle su ración mezquina de placer, su miserable parcela de
dominio o un agota que pueda apagar aquella que no es sed de agua, sino de
metal. Vosotros, en cambio, queréis en este momento renovar vuestro vasallaje a
la que es símbolo de toda pureza, Mater castissima, encarnación de la más
completa humildad. Ecce ancilla Domini, y personificación del más total
desprendimiento. Aquella que, como nadie, es Mater pulcrae dilectionis,
ejemplar perfecto de caridad y de amor.
Prometed a María que os dedicaréis con todas fuerzas a conservar y
favorecer la dignidad y santidad del matrimonio cristiano, la instrucción
religiosa de la juventud en las escuelas y la aplicación de las enseñanzas de
la Iglesia en la ordenación de las condiciones económicas y en la solución de
la cuestión social. El ser fieles a la Iglesia en estos puntos fundamentales y a la civilización
cristiana, será hoy una prueba palmaria del verdadero y genuino amor a María y
a su divino Hijo.
Prometedle también, de acuerdo con el espíritu del Congreso,
profundizar cada día más en su devoción, que, si es la que debe ser, no podrá
menos que conduciros a la aplicación integral de los principios y de las normas
de vida cristiana , sin incurrir en el error de los que quieren visiblemente
pavonearse, dándoselas de cristianos, y, al mismo tiempo, sostener aquellas
doctrinas que o con el cristianismo son incompatibles.
Amantísimos hijos congresistas del 1er Congreso Mariano Nacional
Argentino: Que el Dios de bondad y de misericordia acepte vuestros propósitos y
que esta nueva serie de asambleas marianas que ahora inauguráis sea tan fecunda
en frutos espirituales como l a serie gemela de asambleas eucarísticas; que
María Santísima, según continuamente le rezáis, proteja vuestra Villa de Luján
y vuestro pueblo argentino en sus diversas provincias; conceda igual protección
a los hermanos del Uruguay y del Paraguay; mantenga a todos en la fe católica,
a pesar de las maquinaciones de los incrédulos; os dé sacerdotes celosos de
vuestra salvación, autoridades honradas y cristianas e inspire a todos fe,
abnegación y caridad (Oración a Nuestra Señora de Luján); que la habéis
invocado cantando ¡Oh Santa María,/Oh nuncio de paz,/de Dios eres Madre,/al
mundo salvad!
Obtenga finalmente para el mundo una paz próxima, estable y justa,
y que en este momento solemne, que tanto consuelo ha procurado a nuestro
atormentado corazón de padre, las mejores bendiciones de lo alto desciendan
sobre todos vosotros, sobre vuestro dignísimo Cardenal Legado, sobre todos
nuestros celosos hermanos en el episcopado, con su clero y fieles, y con todos
los países que ellos representan; sobre las autoridades, que, su cooperación y
presencia, han querido contribuir al mayor esplendor de estas solemnidades, y
sobre todo al amadísimo pueblo argentino, tan presente siempre en nuestro
recuerdo y en nuestro paternal afecto.
Consagración oficial de la
Argentina
al Inmaculado Corazón de María
Realizada en Luján
y en las Capitales de todas las Provincias
el 30 de noviembre de 1969.
A
pedido de diversos grupos laicos y religiosos, con el invalorable apoyo de la oración
de varias Comunidades de Monasterios Carmelitas, el Presidente Juan Carlos
Onganía reiteró la Consagración anterior. Este Consagración, en razón de
haberse hecho por decisión del gobierno temporal de la Nación y de todas las
Provincias, se hado en llamar “oficial”. Tiene un valor especial para nuestra
Patria porque la realizaron conjuntamente las autoridades temporales con las
espirituales, algo que ocurrió en muy pocos países. Al igual que la
Consagración a Jesús Sacramentado que hizo el Presidente Justo, fue un modelo
perfecto en este sentido. Y así como en el 34 el Presidente Justo la leyó
postrado ante el Sanísimo expuesto, el Presidente Onganía lo hizo arrodillado
ante la Sagrada Imagen de Nuestra Señora de Luján, en la Villa donde Ella fundó
la Argentina. Tuvo, además, algunas
características importantes: La Consagración fue realizada por iniciativa del
Presidente, por un decreto suyo y anunciada por los medios de difusión por él
mismo, invitando a que todas las familias la realicen en el seno de sus hogares,
como él mismo lo haría. En cada Provincia, el Gobernador realizó, el mismo día,
la Consagración con los obispos de cada una de ellas. La hoy secular “Sociedad
de Peregrinos a pie a Luján” organizó una peregrinación especial, a la que se
unieron en General Rodríguez el Presidente de la República y el Gobernador de
Buenos Aires, ambos con sus Ministros y una gran cantidad de peregrinos.
La
ceremonia tuvo lugar en la Plaza Belgrano, ante una multitud impresionante,
encabezada por el Cardenal Primado y los obispos que no estuvieron en los actos
provinciales, el Poder Judicial y todas las autoridades nacionales, los jefes
de las tres fuerzas armadas, el Cuerpo Diplomático, y representantes de las
diversas confesiones religiosas del país. Toda la Argentina fue unánime en esa
decisión de entregarse nuevamente al Corazón Inmaculado de María.
La
concelebración de la Misa fue presidida por el Arzobispo de Buenos Aires y
Primado de la Argentina, Cardenal Antonio Caggiano, quien dirigió una encendida
homilía a toda la Nación. El Presidente se limitó a leer el texto de la Consagración,
arrodillado a los pies de la Virgen:
“Madre de Dios: Señora de Luján, a quien nuestro
Pueblo os llama también la Virgen de Itatí; Madre del Nordeste argentino;
Señora de Sumampa en Santiago del Estero y Virgen de Catamarca; Milagrosa
Imagen de la Virgen en Santa Fe y Virgen del Milagro en Salta, ante Vos estamos
aquí reunidos.
Nuestra bandera tiene el mismo color de vuestra
túnica y manto. Nuestra historia os venera en sus dramas y en sus júbilos.
Virgen del Rosario, la Reconquistadora; Virgen del
Carmen, patrona del ejército emancipador por voluntad del Libertador de medio
continente, patrona del pueblo argentino y de sus regimientos militares; Virgen
de Loreto, patrona de la Marina y la Virgen de la Merced, Generala de nuestro
Ejército.
Nuestros próceres y héroes os invocaron antes de la
batalla y después de la victoria. Aún se escucha la voz de San Martín,
Belgrano, de Pueyrredón, de Güemes, de Lamadrid y de Díaz Vélez: ¡Salve Señora
de Nuestro Pueblo! Es que es la Argentina de hoy y de siempre la que da carril y
empuje a esta manifestación de fe. Fieles a Vos, leales al país y a nuestra
historia, nos sumamos al testimonio de Fe que nos legaron los fundadores de la
Patria y, conscientes de la responsabilidad que impone a todos esta hora del
mundo, llegamos a Luján, pago y santuario entrañablemente nuestro, de todos los
argentinos, para consagrar a Vuestro Inmaculado Corazón, Nuestra República y
todos nuestros esfuerzos, implorando bendiciones por la grandeza de la Patria.
Así sea".
Renovación de la
Consagración de la Argentina
al Inmaculado Corazón de
María.
realizada en Luján el 9 de
diciembre del 2000
en ocasión de Gran Jubileo.
Posteriormente,
en el Año del Gran Jubileo del 2000, una cantidad enorme de firmas propiciaron
una renovación que se hizo el 9 de diciembre en el Santuario Nacional,
presidida por el entonces Presidente del Episcopado y hoy Cardenal Karlic y una docena
de obispos.
Consagración de la
Argentina
a su Madre, Reina y
Patrona,
la Santísima Virgen de
Luján
realizada por el Papa Juan
Pablo II
en la Avenida 9 de Julio
de Buenos Aires,
en el marco de la Jornada
Mundial de la Juventud
El Domino de Ramos 12 de
abril de 1987.
Por
fin, llegamos a la Consagración a Nuestra Señora de Luján, realizada en el
segundo viaje del Papa Juan Pablo II a la Argentina, coincidiendo,
providencialmente con el centenario de la Coronación Pontificia de la Sagrada
Imagen.
Ya
desde el momento de pisar el aeroparque de Buenos Aires, el Papa manifestaba:
“Estando ya en la Argentina, levanto espiritualmente la
mirada hacia Nuestra Señora de Luján, Patrona de todos los argentinos. A Ella
quiero consagrar vuestra vida actual y el futuro de los hijos de esta nación.
Bajo su protección maternal, y en el nombre de la Santísima Trinidad, inicio
esta visita de gratitud al Príncipe de la paz en esta bendita tierra argentina.
Argentina, ¡que Dios te bendiga!”
Fue el Domingo de Ramos 12 de abril de 1987. a
Avenida 9 de julio de Buenos Aires se había ido colmando desde la noche, hasta
sobrepasar en mucho el millón de personas. Esa multitud no sólo fue integrada
por habitantes de nuestro país, a ellos se habían agrado millares de jóvenes
peregrinos del mundo para la Jornada Mundial de la Juventud. Si a este hecho le
agregamos la realidad de esta era de las comunicaciones, y tenemos en cuenta
que dicha Jornada llegó, visualmente o en crónicas periodísticas a
prácticamente todo el orbe, podremos decir que la Consagración de la Argentina
a la Virgen de Luján fue realizada por el Sumo Pontífice “a la faz de la
tierra”.
La
presencia de la Santa Imagen auténtica no había sido programada por los
organizadores. Fue expresa la voluntad del Papa su presencia, que le costó ver
cumplida. Él quiso que presidiera esa Misa inolvidable de aquel Domingo de
Ramos, cuando iba a arengar a la juventud mundial, consagrando en el mismo acto
nuestra Patria:
“¡Venid,
jóvenes! ¡Acercaos a Cristo, Redentor del hombre! Ese es el sentido que tiene
vuestra presencia en la plaza de San Pedro en Roma, y hoy en esta gran avenida
de la capital argentina. Es Cristo quien os atrae, es Él quien os llama. Y
junto a Jesucristo, nuestra Madre Santa María, que ha venido desde su santuario de Luján para estar con
nosotros. A Ella os encomiendo al final de esta celebración. Sé muy bien todo
lo que Nuestra Señora de Luján significa para vosotros, jóvenes argentinos,
como meta de vuestras peregrinaciones anuales, a las que concurrís en gran
número, llenos de devoción a la Madre de Dios, con manifiesta generosidad y
esperanza.”
Luego,
así consagraba la Argentina el Papa Juan Pablo:
“Te
encomiendo y consagro, Virgen de Luján
la patria argentina, pacificada y reconciliada,
Las
esperanzas y anhelos de este pueblo,
la
Iglesia con sus pastores y sus fieles,
las
familias para que crezcan en santidad,
los
jóvenes para que encuentren la plenitud de su vocación,
humana y
cristiana,
en una
sociedad que cultive sin desfallecimiento
los
valores del espíritu.
Te
recomiendo a todos los que sufren,
a los
pobres, a los enfermos, a los marginados;
a los que
la violencia separó para siempre de nuestra compañía,
pero
permanecen presentes ante el señor de la historia
y son
hijos tuyos, Virgen de Luján, Madre de la Vida.
Haz que
la Argentina entera sea fiel al Evangelio,
Y abra de
par en par su corazón a Cristo
Redentor
del hombre, la esperanza de la humanidad”.